Crónica Cataluña.

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John Coetzee afirma que cada idioma ofrece una perspectiva única del mundo.

John Coetzee afirma que cada idioma ofrece una perspectiva única del mundo.

El destacado autor sudafricano John M. Coetzee, laureado con el Premio Nobel de Literatura en 2003, ha compartido sus reflexiones sobre la conexión entre lenguaje y percepción del mundo durante un reciente panel en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (Cccb).

Coetzee participó en un enriquecedor debate moderado por la editora Valerie Miles, junto a su traductora al español, Mariana Dimópoulos. En este encuentro se discutieron diversos temas vinculados a la filosofía del lenguaje y la complejidad de la traducción, incluyendo aspectos sociolingüísticos como la diglosia y el aprendizaje de lenguas.

El escritor mencionó una conversación que tuvo con su traductor al vietnamita, quien le explicó que ese idioma tiene términos específicos para “hermano mayor” y “hermano menor”, pero carece de una palabra genérica para “hermano”. Esto le llevó a reflexionar sobre cómo, en ocasiones, traducir un concepto puede involucrar "añadir detalles" en lugar de simplificarlo.

Coetzee propuso la idea de que en una situación ideal, la lengua que se aprende de los padres debería ser la que se utiliza para explorar el mundo, siendo esta la base para aprender gramática y otros conocimientos posteriores.

No obstante, hizo hincapié en que cientos de millones de personas experimentan una “vida lingüística dual”, donde coexisten su lengua materna y una lengua nacional o imperial, con la cual frecuentemente se comunican y laboran.

El autor se preguntó cómo es vivir con el guaraní como lengua materna y tener que leer y escribir en portugués, o tener zulú en casa y expresarse en inglés. Para él, esta realidad complica considerablemente la concepción de lengua materna.

Coetzee también abordó las implicaciones políticas del lenguaje, utilizando su propia historia familiar como ejemplo, donde durante tres generaciones la lengua hablada no coincide con la lengua oficial del país.

Mariana Dimópoulos complementó la discusión afirmando que en cualquier conversación sobre idiomas no existe una “posición neutral”. Las lenguas pueden inspirar sentimientos de amor, honor o desconfianza, señalando la complejidad y, a veces, la injusticia del uso del lenguaje.

“Traducir es un arte que implica hacer explícitas muchas ideas mientras se ocultan otras bajo una sutil capa de elegancia,” comentó Dimópoulos.

Ambos participantes reflexionaron también sobre la peculiaridad de la traducción, destacando diferencias en los idiomas como el español y el alemán, que poseen pronombres que varían según la formalidad, a diferencia del inglés, que presenta un solo pronombre para el trato directo.

La traductora subrayó la importancia de las elisiones en el contenido, destacando que, a menudo, deben conjeturar “lo que queda fuera de un texto”, algo que puede depender de factores temporales y culturales.

Finalmente, apuntó que en muchos ámbitos, existe una ligadura entre lengua materna y patología, una asociación que se ha visto reforzada en el último siglo y que puede resultar forzada cuando la lengua oficial no corresponde a la lengua del hogar.