"La Fundación La Caixa advierte sobre el impacto de la inseguridad en la salud mental de los jóvenes."
Una reciente investigación del Observatorio Social de la Fundación La Caixa ha revelado una preocupante tendencia entre los jóvenes españoles: la sensación de precariedad laboral y vital está influyendo de manera negativa en su salud mental. Este estudio indica que este sentimiento de inseguridad puede resultar incluso más perjudicial que la falta de un empleo estable.
El fenómeno de la precariedad se ha vuelto una constante entre los jóvenes que participaron en la encuesta, aunque es evidente que la precariedad laboral y la inestabilidad económica no afectan a todos los grupos socioeconómicos de igual manera. La noción de precariedad para este segmento de la población va más allá de simplemente tener un mal trabajo; tiene que ver con su capacidad de lograr un nivel de vida digno y de sostener económicamente una vida independiente.
Los encuestados hacen hincapié en que los costos de la vivienda, la alimentación y la energía son las principales preocupaciones que nutren su percepción de precariedad. Las crisis recientes, como el aumento en los precios de la energía y la alta inflación, han exacerbado su entendimiento de este fenómeno. En particular, aquellos que se sienten en una situación de precariedad extrema destacan que la inflación ha comprometido la seguridad económica de sus familias en un 64,1%, mientras que el costo energético ha influido de manera similar en un 65,3%. Para quienes experimentan algo menos de vulnerabilidad, estos índices son del 56,9% y 56,5%, respectivamente.
El estudio también ha revelado que el 31% de los jóvenes encuestados se encuentran en riesgo de desarrollar problemas de salud mental, como depresión o ansiedad, y que esta situación se debe más a su sensación de precariedad que a la naturaleza de sus empleos. Resulta interesante que el tipo de contrato laboral que poseen no muestra una correlación significativa con su bienestar mental, siendo la única excepción el caso de los pluriempleados, donde el riesgo de mala salud mental disminuye ligeramente.
El 40,6% de los jóvenes que participaron en la encuesta reportaron sufrir al menos un problema físico o mental como consecuencia de su situación económica incierta, experimentando síntomas de ansiedad, angustia, dificultades para dormir, o problemas de salud física. Adicionalmente, se ha encontrado que el hecho de vivir solo aumenta la percepción de inseguridad económica.
Se destaca que el 63,6% de los adultos jóvenes encuestados ha vivido al menos una forma de inseguridad económica en los dos últimos años, lo que les ha obligado a realizar ajustes en su estilo de vida o incluso a solicitar ayuda. En este contexto, muchos jóvenes se ven forzados a reducir su calidad de vida debido a restricciones económicas, una tendencia que se manifiesta con mayor intensidad entre las mujeres migrantes y las personas no binarias.
La validez de este estudio se fundamenta en un total de 3.012 encuestas, la mayoría de ellas realizadas en línea, aunque se complementan con 210 entrevistas presenciales a lo largo de cinco localizaciones en la provincia de Barcelona. Los hallazgos de esta investigación son un claro llamado a la atención sobre la urgente necesidad de abordar la precariedad laboral entre los jóvenes y sus amplias repercusiones en la salud mental.
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