Castellví advierte que los incendios de sexta generación, aunque son raros, serán cada vez más frecuentes.
En el ámbito de la lucha contra los incendios forestales, se han identificado nuevos fenómenos que están comenzando a poner a prueba la capacidad de respuesta de los cuerpos de emergencia. En Cataluña, los incendios de sexta generación, atribuidos al cambio climático, están marcando una alarmante tendencia al alza.
Jordi Castellví, subinspector del Grup de Recolzament d'Actuacions Forestals (Graf) del cuerpo de Bomberos de la Generalitat, advierte que estos incendios, aunque actualmente son poco comunes, probablemente se volverán más frecuentes en el futuro. En una conversación reciente con Europa Press, Castellví explicó que estos siniestros presentan un comportamiento muy diferente al de los incendios tradicionales, al estar conectados a la atmósfera y no solo a la superficie del terreno.
Uno de los aspectos más preocupantes acerca de estos incendios es que son capaces de generar pirocúmulos, formaciones nubosas que surgen del humo y el intenso calor. En Lleida, se registró un pirocúmulo que alcanzó los 14 kilómetros de altura, lo que aumenta la intensidad del fuego y la rapidez de su propagación, llevando a los equipos de emergencia a una presión extrema.
Castellví destaca que para que se produzcan estos fenómenos, es necesario que exista una cierta inestabilidad en la atmósfera. Esto permite que el fuego ascienda a las capas más altas del aire y se movilice con las condiciones meteorológicas al lugar donde se desarrolla. Así, los vientos que suelen ser de 30 a 40 km/h pueden incrementar hasta velocidades de entre 90 y 110 km/h, lo que complica enormemente el control del incendio.
La estrategia de intervención de los bomberos también ha cambiado, adaptándose a estas nuevas realidades. Castellví indica que se trata de un enfoque más global, utilizando maquinaria pesada y técnicas especializadas para limitar la propagación del fuego. La prioridad es proteger a la población y establecer ejes de contención, a la espera de que mejoren las condiciones del tiempo.
En caso de que ocurra un incendio de esta magnitud, se recomienda a los residentes permanecer en sus hogares, asegurar puertas y ventanas, y evitar salir en vehículos, ya que el humo y las elevadas temperaturas pueden provocar accidentes o dejar a la gente atrapada. Castellví subraya la importancia de seguir estas instrucciones: “la seguridad de nuestros bomberos está en juego, y no podemos garantizar la protección de la comunidad si no se acatan estas directrices”.
Los Bomberos de la Generalitat han estado investigando estos incendios en diversas regiones como Chile y Portugal, tratando de entender mejor su comportamiento. En 2021, un incendio en Santa Coloma de Queralt, que arrasó más de 1.600 hectáreas, mostró características que se asemejaban a las de estos incendios de sexta generación, un aviso que desde entonces no ha sido ignorado.
Castellví concluye que, para afrontar estos desafíos, no es necesario únicamente más recursos materiales y humanos, sino que la clave está en capacitar a los equipos para tomar decisiones rápidas y eficientes. También enfatiza la importancia de estudiar la estructura atmosférica para anticipar el curso de estos fenómenos, lo cual es vital para mejorar la respuesta ante futuros incendios.
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