La prisión de mujeres de Barcelona Wad-Ras alberga a más de 160 mujeres en régimen cerrado, entre las cuales se encuentran presas preventivas que esperan juicio y otras ya condenadas, así como madres y sus hijos de hasta tres años. Andrea, de 21 años, quien ingresó a prisión hace cinco meses, cuenta que aunque al principio temblaba de miedo, se ha dado cuenta de que no es como en las películas y que las peleas no son tan frecuentes. En ocasiones, la situación en la cárcel puede ser tranquila y participativa, pero hay días en los que la presión de no saber cuándo saldrán afecta a las internas.
Tres presas entrevistadas a la salida de su clase de gimnasia aseguran sentirse tranquilas en el centro penitenciario y valoran el apoyo que se brindan entre ellas. Además, destacan las festividades que se celebran en el patio de la cárcel en días señalados como Carnaval, Halloween, Sant Joan y Sant Jordi. Por otro lado, la planificación en un centro de preventivas como Wad-Ras resulta complicada, ya que la mayoría de las presas no tienen una condena concreta y su tiempo de estancia en la cárcel es indeterminado.
El departamento de madres y niños de la cárcel de Wad-Ras es único en Cataluña y actualmente alberga a siete madres con ocho bebés. Estas instalaciones forman parte del Institut Català de la Salut (ICS) desde 2014 y se brinda atención multidisciplinar y rápida, especialmente en patologías mentales, infecciosas y relacionadas con drogodependencias. La enfermera Noemí destaca que las mujeres en prisión enfrentan circunstancias particulares relacionadas con sus hijos y la unidad familiar, que requieren un enfoque especial por parte del personal médico.
El centro penitenciario de Wad-Ras se caracteriza por ser un lugar imprevisto, en el que se presentan crisis de ansiedad, malas noticias y situaciones de caos constantemente. Se trabaja con perfiles de profesionales concretos capaces de hacer frente a estas situaciones. Además, cuando una presa ingresa, varios especialistas la visitan en las primeras dos semanas, lo cual es valorado en comparación con los tiempos de atención de la sanidad pública fuera de prisión.
Los espacios de trabajo y clases ofrecidos en la cárcel también tienen un impacto positivo en las internas. Por ejemplo, en las clases de pintura se promueven hábitos personales y artísticos, permitiendo a las mujeres expresar sus emociones y descubrir su potencial creativo. Sin embargo, algunas internas tienen dificultades para comprometerse plenamente debido a la idea de que todo es provisional. Laia, profesora de pintura, destaca la importancia de adaptar las exigencias y peticiones a cada mujer, reconociendo su nivel, sensibilidad e intereses individuales.
A pesar de que las internas han tenido la oportunidad de exponer su obra en un centro cultural fuera de la cárcel, la desventaja es que sus obras no se ven fuera de la prisión, lo que limita su visibilidad y reconocimiento.
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