En un mundo donde 820 millones de personas sufren de hambre, el derroche de alimentos alcanza cifras alarmantes, con un 33% de la producción alimentaria acabando en la basura. Esta realidad, considerada un “crimen” por muchos, es abordada por el periodista Oliver Franklin-Wallis en su reciente libro titulado 'Vertedero', publicado por Capitán Swing. En su obra, Franklin-Wallis denuncia el consumismo desenfrenado y el negocio de los residuos, así como sus devastadoras implicaciones para el medio ambiente y el clima, poniendo de relieve la intención ignorada de Occidente de enfrentar esta problemática en países como India y Ghana.
En una entrevista con Europa Press, Franklin-Wallis se muestra reacio a autodenominarse activista. Aclara: “Mi intención es describir la realidad que observar, pero tras haber investigado y dialogado con personas de todas partes, que son generalmente silenciadas, es difícil no involucrarse activamente". Su propósito principal es iluminar las duras realidades que enfrentan naciones como Ghana e India, donde, según relata, la situación es “horrorífica y espectral”, resultado de que un mísero 12% de los desechos globales son reciclables. Como consecuencia, la mayoría de los residuos se acumulan en vertederos, son abandonados en las calles o se incineran, generando grandes problemas ambientales.
El periodista destaca la cruda visibilidad de la basura en algunas ciudades del mundo y enfatiza la importancia de comunicar esta realidad a las sociedades del norte, donde muchos viven ajenos a estas condiciones. “A medida que seguimos produciendo más desechos, quienes viven en lugares como Delhi o Bangladesh se enfrentan a una jornada diaria sobre 'alfombras' de plástico”, explica con un tono de alarma. Critica las consecuencias nefastas de la exportación de basura al Tercer Mundo, compartiendo su experiencia en India, donde pudo caminar por un vertedero altamente tóxico, afectado por el cromo 6, un químico mortal, y destaca que un tercio de los desechos globales termina en vertederos ilegales.
Franklin-Wallis señala un colapso en el sistema de reciclaje actual, afirmando que lo que solíamos considerar reciclable o incinerable, a menudo es simplemente enviado a otras partes del mundo, como China o el sudeste asiático, o se abandona en lugares como Turquía. “Nos encontramos con un sistema que esconde deliberadamente la realidad sobre lo que sucede con nuestros desechos; sin embargo, ese panorama está comenzando a cambiar gracias al trabajo de algunas ONGs que buscan exponer la verdad”, sostiene con convicción.
En su análisis, el periodista subraya que los vertederos son una realidad innegable y que existe la posibilidad de mitigar este problema. “Debemos reducir tanto las emisiones como los desechos provenientes de la industria alimentaria. Resulta indignante que haya 820 millones de personas hambrientas mientras desechamos un 33% de nuestros alimentos. Esto es un verdadero crimen”, recalca, desestimando las fechas de caducidad como una "gigante mentira".
En su libro, también menciona a los “friganos”, personas que optan por consumir únicamente alimentos que son desechados por otros. Relata la historia de John, a quien conoció buscando en los desperdicios de un supermercado, y destaca su sorprendente felicidad: “Lo impresionante es que John estaba muy feliz; un poco 'loco', pero saludable, todos podríamos aprender algo de su perspectiva”.
A su vez, expresa su preocupación hacia grandes corporaciones y líderes del mundo que no priorizan la lucha contra el cambio climático, y critica la falta de sinceridad en los compromisos de algunos, como es el caso de figuras políticas de extrema derecha, mencionando especialmente a Donald Trump. A pesar de ello, identifica que desde la pandemia se han dado pasos significativos en varios países hacia la mejora de los sistemas de gestión de residuos y reciclaje, incluso en Estados Unidos, donde tradicionalmente ha estado rezagada respecto a Europa.
Franklin-Wallis alerta sobre el peligro de permitir que las corporaciones se autorregulen, argumentando que su prioridad está en los accionistas, no en el medio ambiente o los consumidores. Asegura que el sistema actual de reciclaje pone una carga excesiva sobre los individuos y consumidores, quienes intentan hacer lo correcto al anhelar un planeta habitable y un entorno limpio, sin desear enfrentarse a la acumulación de residuos en su alrededor.
No obstante, advierte que las corporaciones tienen un poder considerable en el ecosistema de desechos, si bien esto no exime a los ciudadanos de su responsabilidad cultural. En su libro, menciona que muchos le preguntan cómo pueden contribuir a una reducción de basura, a lo que él responde con un consejo sencillo: consumir menos.
El periodista reflexiona sobre la mentalidad prevalente que asocia el consumo con la felicidad y el crecimiento personal. “Desde los años 90, el consumo se ha incrementado dramáticamente, sin embargo, en Europa la productividad ha caído o se ha estancado. Nos encontramos en una posición de creciente pobreza y miseria, evidenciada en la crisis de salud mental actual. El aumento del consumo no nos ha conducido a una mayor satisfacción o salud”, concluye con una nota sombría.
Además, Franklin-Wallis sostiene que los ciudadanos podrían experimentar un significativo aumento en su autoestima y felicidad si se enfocaran en crear cosas de calidad, buscando así dejar un legado positivo para las futuras generaciones. Es crítico sobre cómo los jóvenes enfrentan una contradicción en su deseo de proteger el medio ambiente; mientras utilizan aplicaciones “vintage” y productos de segunda mano que consideran cool, a menudo se sienten impotentes frente al cambio climático pese a sus esfuerzos por reutilizar.
Finalmente, menciona un alarmante hecho que expone el despilfarro actual: entre un 25% y un 50% de la ropa devuelta es destruida, una cifra que continúa en aumento debido a la expansión del comercio electrónico. En el contexto estadounidense, un 85% de los textiles termina en vertederos o se incinera, una estadística que refleja la necesidad urgente de abordar la cultura del consumismo y sus consecuencias devastadoras.
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